
Este hombre encontró una forma de lidiar con la tragedia: plantar millones de árboles
Este hombre encontró una forma de lidiar con la tragedia: plantar millones de árboles
El dolor es algo inherente en la vida; la clave está en cómo lidiar con él y, al parecer, plantar árboles puede servir bastante.
¿Te imaginas plantar árboles para mitigar los dolores que acompañan la existencia? Pues eso es exactamente lo que hizo Vishweshwar Dutt Saklani a lo largo de su vida. Conocido como “el hombre árbol de Uttarakhand”, región al norte de la India, se calcula que este precioso personaje plantó más de 5 millones de árboles desde que cumplió 8 años y hasta que murió, en 2019, a los 96 años.
Tras la muerte de su hermano, Vishweshwar comenzó a desparecer cada mañana y volver a su casa hasta entrada la noche. Pasaba horas, cada día, plantando árboles. Luego, en 1958, su esposa murió y entonces este hombre intensificó su terapia: pasaba casi todo el tiempo solo, y no paraba de plantar árboles. Algunos dicen que quizá lo hacía como un tributo a dos de las personas que más quiso en vida y que partieron mucho antes que él.
Entre las especies que Vishweshwar propagaba estaban el guayabo, el rododendro o árbol de azalea y, su favorito, el roble del Himalaya. Se calcula que reforestó más de 120 hectáreas durante su vida, y aunque en un principio llegó a tener problemas con otros habitantes, quienes lo consideraban una amenaza a sus terrenos de cultivo, al final terminaría siendo una figura muy respetada, e incluso legendaria, en su tierra natal.
La heroicidad forestal de este hombre nos recuerda a otros casos, por ejemplo el de Pedro Maugura, nacido en Mozambique, pero lo más notable de esta historia es que Vishweshwar halló en la reforestación un cobijo para reconfortar su alma.
Las dificultades, incluso las tragedias, son ingredientes intrínsecos de nuestra existencia. Sin embargo, donde radica la diferencia es en la forma en que elegimos sortearlas o aceptarlas. Y en este sentido, la terapia arbórea que Vishweshwar se autoimpuso resultó ser un profundo bálsamo que le permitió no sólo sobrellevar la muerte de sus seres queridos sino, como se probaría al final según sus propias declaraciones, vivir una vida plena y en paz.
Una pareja reforestó todo un bosque como proyecto de vida (y este fue el resultado) 
Y ahora es refugio para cientos de animales en peligro de extinción.La vida en pareja es indisociable de los proyectos a mediano y largo plazo. Toda relación requiere de que se forme un proyecto de vida en común que le dé sentido a la existencia compartida.
Pero existen muy pocos casos donde un compromiso de amor muto se vea nutrido por una labor tan noble como la realizada por Léila y Sebastião Salgado, una pareja que en 20 años reforestó un bosque tropical en Minas Gerais, al sureste de Brasil.
Ahí había vivido Sebastião durante su infancia y juventud. En la preparatoria conoció a Léila, y ambos llegaron a vivir en París y en Londres, ya que su país pasaba por tiempos convulsos. Durante ese tiempo, Sebastião estudió economía y estuvo a punto de trabajar para el Banco Mundial. Pero intempestivamente decidió que lo suyo era la fotografía, y su trabajo como fotoperiodista lo llevó a África, donde documentó el terrible genocidio de Ruanda.
Cuando por fin la pareja pudo volver a Brasil tras el fin de la dictadura, y desgastado de tanto documentar el sufrimiento humano, Sebastião se encontró con que en su antiguo hogar también había ocurrido un genocidio. Sólo que éste fue perpetrado contra la naturaleza: ya no había bosque en Valle del Río Doce. Quedaba un yermo territorio sin vida animal a la vista.
Pero cuando todo parecía perdido, Léila le propuso a su compañero hacer de la reforestación de Valle del Río Doce su proyecto de vida. Y así fue como dieron inicio, en 1998, a un proyecto que implicó la creación de una organización ambiental, llamada Instituto Terra, la cual ha fomentado, desde entonces, el desarrollo sustentable de esta zona.
Antes y después del bosque en Valle del Río Doce:
Se plantaron casi 3 millones de árboles.
Ahora, este santuario es hogar de cientos de especies en peligro de extinción, entre ellas aves, mamíferos, anfibios y reptiles, además de casi 300 árboles distintos. Pero nadie los llevó ahí: ellos simplemente regresaron al bosque que les había sido arrebatado debido a la deforestación masiva y otras intromisiones humanas.
La labor de esta pareja se ha extendido más allá de los confines de Valle del Río Doce y Minas Gerais, y ha permeado hasta otros estados de Brasil que comparten este gran territorio natural que es el bosque atlántico y que se extiende hasta Paraguay y Argentina. Además, desde el año 2002 cuentan con una escuela medioambiental, y hasta diciembre de 2012 se desarrollaron más de 700 proyectos de desarrollo sustentable, conservación y restauración.
En el siguiente corto documental puedes ver más de este proyecto, que sin duda es un hermoso ejemplo de cómo dar sentido a la existencia compartida. Si quieres saber más de la labor fotográfica de Sebastião Salgado –y en caso de que no lo hayas visto–, puedes ver el maravilloso documental La sal de la tierra, hecho por su hijo, Juliano Ribeiro algado.
* Imágenes: 1) Luiz Maximiano; 2) Instituto Terra
ecoosfera.com